La necesidad de buscar una solución a las aguas residuales es una de las necesidades más antiguas de la humanidad; de hecho, muchas actividades humanas conducen a la producción de aguas residuales contaminadas, las cuales deben ser restituidas de alguna manera. Por tal motivo es necesario considerar los sistemas de tratamiento de aguas.
Por lo tanto, ríos, mares, lagos,… necesitan un tratamiento de purificación para no comprometer el ecosistema. Es cierto que son capaces de absorber una cierta concentración y purificarse, pero la densidad de los centros habitados ha provocado que esta necesidad sea cada vez más urgente.
¿Qué es el tratamiento y depuración de aguas residuales?
La purificación se ha extendido en Italia solo desde el siglo pasado con la entrada en vigor de la ley de Merli, que establecía las concentraciones límite de aguas residuales.
El proceso de depuración de aguas residuales es un proceso complejo que involucra diversas acciones mecánicas, químicas y biológicas, y tiene como objetivo la remoción de contaminantes del agua.
En general, las aguas residuales pueden incluir diversos contaminantes con un alto impacto ambiental, tales como:
- Sólidos en suspensión, que pueden hundirse hasta el fondo y crear una película de limo.
- Sustancias orgánicas, que sustraen oxígeno a las aguas en las que se han vertido.
- Sulfato de amonio e hidrógeno, que son sustancias tóxicas para los organismos acuáticos.
- Compuestos de fósforo y nitrógeno, que favorecen el crecimiento de algas.
- Bacterias patógenas, que son responsables y propagadoras de enfermedades.
¿Cómo pueden contribuir los aireadores a una cuenca de agua segura?
La aireación es un elemento importante para la salud del ecosistema acuático. Una correcta aireación permite mantener una alta concentración de oxígeno disuelto en toda la columna de agua, permitiendo así las actividades biológicas del ecosistema acuático o el proceso biológico de depuración, verdadero protagonista del proceso de depuración del agua a partir de su carga orgánica y química.
También es muy importante hacer una distinción entre aireación superficial y sumergida: la primera está formada por chorros de agua que oxigenan el agua por el contacto directo entre el agua y el aire, mientras que la segunda se consigue mediante sistemas que inyectan aire en profundidad y disuelven el oxígeno mediante la inyección de burbujas de diferentes tamaños y su consecuente eficiencia de transferencia. Cuanto menor es el diámetro de la burbuja inyectada, mayor es la eficiencia de transferencia debido a la mayor superficie relativa de contacto entre las burbujas y el agua.
Otro factor es el tiempo de residencia de las burbujas en el agua, por lo que un efecto de circulación asociado a la inyección de burbujas es un factor clave para obtener altos tiempos de residencia hidráulica de las burbujas y, en consecuencia, la máxima eficiencia de transferencia.
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